Probando Wibo: paleta I choose what i want & colección Katosu

La gran atracción cosmética de estas navidades en mi ciudad ha sido un enorme local de las perfumerías Primor que surgió de pronto en plena calle San Antón, la milla de oro logroñesa.
Os imagino preguntando, “pero Rocío, tú... ¿en Primor?

Y es que quiero creer que los directivos de las empresas cambian, o al menos se dan cuenta de sus errores de estrategia: había oído que los últimos locales de la cadena ya se estaban haciendo más espaciosos para incluir a todos y a todas.
Quise ver si era cierto y sí, lo es. En el primor de San Antón en Logroño he visto varios carricoches y sillas de ruedas a la vez, transitando por pasillos libres.

Podríamos pensar que unos almacenes tan inmensos deben albergar un sinfín de marcas nuevas, que no van a contentarse con vender Essence y Maybelline..., y es lo que ha ocurrido en el Primer de San Antón: han llegado a la capital riojana firmas hasta ahora ni soñadas, y una de ellas es Wibo, la reina del low cost en los últimos tiempos de Instagram y YouTube.

Yo particularmente le tenía ganas a tres de sus productos: los labiales  líquidos mates y las sombras de ojos liquidas con glitter por un lado, y las paletas que pueden rellenarse al libre albedrío del consumidor, eligiendo entre una amplia oferta de rubores, polvos, iluminadores y hasta sombras de ojos.

Respecto a lo primero, encontré la colección Katosu, que por lo visto es una influencer extranjera muy amante de la purpurina plateada.
Aparte de polveras llenitas de glitter que a mí no me interesaban, la edición incluye varios labiales líquidos, de los que elegí un rojo coral muy alegre llamado Andromeda, y varios tubitos de
sombra líquida, entre los que escogí Neptune, un bronce impresionante y cegador.

Aquí veis mejor que en ningún otro lugar el resultado de mis dos primeras compras; la sombra que en el envase resulta centelleante y a primera vista enamora, en el párpado se queda en nada. Si aplicas una sola mano se diluye en la piel, si reaplicas se acaba pringando todo...
En cambio, el labial es casi perfecto: dura una temporada razonable en el labio y no lo reseca, es cómodo y vibrante y con un color vivo que no se pierde ni defrauda.

Sin embargo, mi gran favorito de esta primera compra es la paleta de cuatro huecos que yo convertí en básica para el rostro: cada recambio cuesta dos con noventa y nueve euritos, la carcasa vacía cuatro euros con noventa y nueve céntimos, y encima se encuentran casi siempre en promoción de tres por dos.  Por esos precios yo esperaba pachangas...

... y encontré oro puro. Quizás el más flojo de los cuatro sea el contorno, llamado Praliné, y aún así es sedoso y cremoso. Es tal vez demasiado cálido pero sutil y poderoso a la vez.
Había varios iluminadores muy de fantasía, con subonos verdes o azules, y de pronto éste que, salvando las distancias, me recuerda al desaparecido Hot sand de Nars:

Ya que es un precioso tono champán dorado, sólido, metalizado, con muchísimo brillo pero sin apenas glitter. Y por último me llevé dos rubores que son amor: en primer lugar el número uno “Fiesta”, un tono piel ruborizada muy suave pero satinado y fresco, el perfecto en esos días de “no sé qué ponerme” porque combina con todo;

(Hago un inciso para admirar de nuevo la viveza y riqueza del labial Andromeda)
...Y en segundo lugar el número seis, “Tawny coral”, tenía que ser mío porque recrea el perfecto rubor melocotón,  radiante y jugoso, que brilla incluso en un día norteño de niebla y nubes:

Contemplad con mis ojos extasiados el resplandor, el fulgor que desprende el rostro y que, esta vez sí, parece nacer del interior, y caeréis rendidas como yo ante unos productos en polvo tan versátiles, eficaces y económicos.