Probando el nuevo maquillaje de Rituals (y comprando un piso nuevo)

En esta primavera he vuelto a dejarme deslumbrar por la firma Rituals y por su tienda de Logroño, rebosante de aromas cálidos y frescos y de novedades más que apetecibles. Hay todo un ritual de tratamientos faciales nuevo y por la compra de tres de sus productos de maquillaje, gama que también fue renovada y mejorada, te regalan un brillante neceser.

Hacía años que no entraba en el local que esta firma abrió en la calle San Antón de e Logroño..., pero ayer lo hice, para celebrar que soy la flamante propietaria de un piso en el centro de mi querida ciudad. Era un día lluvioso y aún así, las vistas desde la terraza y desde el ventanal amplio de la que será mi habitación recrean y esparcen el alma.

Publiqué esta imagen en Instagram, y al instante una seguidora comentó: "¡y con una bolsita de Rituals! Sí, perspicaz comentarista..., eso que asomaba en la fotografía era una compra reciente en Rituals, tienda que fue objeto de mis desvelos cosméticos durante unos meses en los que trabé amistad con la encargada del local en Logroño, Edurne.
Luego la despidieron y yo me precio de comprar con el corazón: detrás de unos productos geniales y de una manera de venderlos hay siempre personas, y cuando estas personas no son tratadas como se merecen, mi relación con  la firma se resiente.

Pero en el día que hice una oferta por el piso de mi vida y la aceptaron, pasé por la calle de la tienda y desde fuera la vi tan cálida, y a sus dependientas tan sonrientes, que me acometió la nostalgia y pensé que yo no era quién para juzgar y que, fuera como fuese, mi tiempo de duelo había terminado.
Y de todos los productos que había en la tienda, conocidos y desconocidos por mí, el maquillaje era lo más tentador: descubrí que entre su nueva gama de labiales satinados había un precioso melocotón, Nude peach, ahora que había terminado el Peach Fizz de Guerlain y el Princess peach de Catrice, y peor aún, ahora que habían sido descatalogadas ambas opciones.

El labial cuesta dieciséis euros, un precio que ya está a la altura del maquillaje selectivo de gama media a alta, pero lo cierto es que lo vale. La fórmula es libre de parabenos y perfumes, y contiene polvo de rubí.  También contiene mica y ceras sintéticas, pero no derivados de petróleos o al menos no lo más conocidos y dañinos.
Dura un par de horas intacto manteniendo siempre una sensación de hidratación en el labio. Y aporta una luz casi sobrenatural:

Además me llevé un iluminador al estilo Touche Eclat, con el mismo sistema solo que en vez de casi cuarenta euros cuesta quince con cincuenta: es el Lighten Up en el tono Beige, el más claro, que se aplica accionando un botón y que parece una varita mágica cromada. Aún no quiero pronunciarme, aunque tras un día de uso sí me parece cómodo, ilumina y no parece marcar líneas de expresión sino todo lo contrario.

Y de lo que no puedo decir ni eso es de la máscara de pestañas Miracle Waterproof, que elegí para completar la compra y porque necesito una en mi vida tras haber terminado algunos tubos... y haber tirado a la basura algunos más.
Éste cuesta diecisiete euros con cincuenta, es el más caro de todos los productos que compré y el único que me da miedo: a pesar de las buenas críticas de Ratolina entre otros buenos referentes temo arrepentirme porque mis pestañas no hay milagro que las arregle...

Además del precioso neceser, la dependienta me regaló un set de cremas del nuevo ritual facial que acaba de lanzar la firma, Namasté, que se declina en diferentes gamas según necesidades. El cofreb de regalo es el de tratamiento anti edad, que también me viene bien, pero al preguntar si había algo específico para piel sensible incluyó en la primorosa bolsita una diminuta talla de la crema de día de ese protocolo.
Así, da gusto regresar. To be continued...